DE LA MASONERIA ![]() El Diccionario se irá incrementando con cada
AIRE. En el rito de iniciación
el candidato es sometido a cuatro pruebas, relacionadas con los cuatro
elementos del mundo natural -símbolos de los cuatro mundos, cada
cual más sutil, que el iniciado habrá de penetrar en el proceso
iniciático-, y a tres viajes -del aire, del agua y del fuego. Una
vez superada esta segunda prueba y realizado el primer viaje, el Maestro
de la
El Aire y el Fuego son elementos masculinos, activos y
sutiles, opuestos y complementarios con la Tierra y el Agua, femeninos,
pasivos y más densos.
La alegría, entendida en esta acepción más interior y universal, anida en lo más central del corazón del masón y de todo hombre que hace consciente este sendero, pues no hay nada que procure más dicha que el deseo de identificación con el Infinito mismo. Es una alegría nacida al tomar conciencia de la universalidad y liberación final que nos aguarda tras la obra, que la emparenta con la idea del Jubileo hebreo (Levítico 25 1-17) el cual es " 'la colocación de todas las cosas en su estado original'. Está claro que se trata de la vuelta al 'estado primordial' que consideran todas las tradiciones."(René Guénon, El Rey del Mundo, pág. 26). Es por esto que en la clausura de los trabajos masónicos, en el momento de apagar las tres pequeñas luces, el Segundo Vigilante invoca junto al pilar de la Belleza : "¡Que la alegría reine en los corazones!", haciendo una clara alusión al corazón como la sede simbólica y real de la verdadera intuición intelectual, receptáculo de los efluvios celestes y punto de conexión del ser individual con su esencia divina, motivos todos ellos de la profunda alegría que debe guiar la vida del masón. Y mientras se va buscando y deseando ese estado de total liberación, el alma del masón debe laborar, haciendo suyas las palabras que el V.·. M.·. pronuncia al final de los trabajos: "¡Puesto que es la hora de despedirlos, deseemos que sigan trabajando así, en la libertad, el fervor y la alegría!". (Ver Jubileo, Libertad, Fervor) M. V. cuyo rito de admisión se centra principalmente en la leyenda que describe la muerte y posterior resurrección del maestro Hiram, modelo ejemplar del iniciado masón. En dicha leyenda es una rama de acacia la que permite "descubrir" la tumba donde yace enterrado el cuerpo de Hiram, expresándose así la identidad simbólica que existe entre éste y la propia planta. La acacia simboliza el conocimiento de los secretos de los "verdaderos maestros masones", de ahí que se la identifique con la posesión efectiva de la maestría, como bien se dice en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado : "¿Sois maestro?", a lo que se responde: "La acacia me es conocida". Como nos dice a este respecto O.Wirth: "Conocer la acacia es poseer las nociones iniciáticas conducentes al descubrimiento del secreto de la Maestría. Para asimilar este secreto el adepto debe hacer revivir en él la muerta sabiduría". Para Aldo Lavagnini (Manual del Maestro, p. 51): "Sólo los maestros 'conocen la acacia', reconociendo la realidad de la vida en la apariencia de la muerte, y por consiguiente sólo los maestros poseen la capacidad de vivificar otra vez el cadáver y volverlo a la plena vida". Asimismo, para René Guénon las espinas de la acacia (de la que se dice estaba hecha la corona de espinas que portaba Cristo en su Pasión) equivalen a los "rayos luminosos", de ahí el carácter eminentemente solar que conserva esta planta, que está presente en las flores amarillas de la mimosa, considerada como una variedad de la acacia. Como el mismo Guénon dice a este respecto: "Se ve, pues, que el simbolismo tiene siempre perfecta coherencia, como debe necesariamente tenerla, por lo demás, ya que no es el resultado de una convención más o menos artificial sino, por el contrario, se funda esencialmente en la naturaleza misma de las cosas". Según Jules Boucher, la palabra "acacia" procede el griego akakia, que significa "inocencia", o "ausencia de vicios", aludiéndose así a las ideas de "virtud" y de "pureza", en el sentido iniciático y no simplemente moral de ambos términos. Añadiremos que en la tumba de Hiram la acacia se dispone a veces entre la escuadra y el compás, ocupando así una posición eminentemente "central". (Ver Maestro). F. A. El altar constituye así el "punto geométrico" donde confluyen y concentran las energías del Cielo y de la Tierra. Es verdaderamente el corazón del templo, su espacio más sagrado e interno, a partir del cual se organiza toda su estructura, y en donde simbólicamente finaliza el recorrido horizontal (asimilado al paso por el laberinto), comenzando el ascenso vertical que conduce a los misterios más profundos de la iniciación. Todo esto está perfectamente señalado en ciertos "cuadros de Logia" donde aparece dibujada una escala cuyo extremo inferior está apoyado en el altar mientras que su extremo superior toca los cielos. Ese camino vertical es el que emprenden los "Venerables Maestros Pasados" o Past Masters cuando abandonan sus funciones con respecto a la Logia terrestre y comienzan su viaje axial en dirección a la Logia celeste. El altar pertenece así a la simbólica de "pasaje" o "tránsito" de una realidad a otra, en este caso de una realidad condicionada y horizontal (limitada por el tiempo y el espacio) a otra incondicionada, vertical y eterna. ![]() El hecho de que los reglamentos de diversas antiguas sociedades de constructores sólo mencionen dos grados iniciáticos (e.j. los de Aprendiz y Maestro en los "Estatutos de los Canteros de Bolonia de 1248") o reflejen que la condición de Aprendiz se adquiría con anterioridad a la recepción masónica en nada contradice a lo anterior. La razón de ser del ternario de grados simbólicos es la propia naturaleza de la iniciación y del despertar a niveles de conciencia superiores del ser humano, la cual es descrita a menudo como un viaje que lleva de un punto de una circunferencia a su centro. El punto de partida, iluminado por el rayo o radio emanado desde el centro, se correspondería con el estado propio del Aprendiz; el recorrido por el radio, con la condición del Compañero; y la llegada al centro del círculo, con la consumación de la iniciación que da pie a la verdadera Maestría. El estado profano sería, usando el mismo simbolismo, un voltear permanente sobre la circunferencia sin detención, sin adquirir conciencia del centro que ordena el espacio y que, en verdad, se encuentra en el centro de nuestro corazón. Para acceder a la condición de Aprendiz es preciso detenerse y sustituir el punto de vista tangencial (propio de lo que da vueltas sin cesar desplazándose de un punto de la circunferencia a otro punto igual de distante del centro), por un punto de vista centrípeto, propio de lo que es atraído hacia su centro de gravedad. Esta atracción es una gracia que se opera en los limpios de corazón, libres y de buenas costumbres, por medio de una influencia espiritual que se hace efectiva tras el detenimiento definitivo que conlleva la muerte iniciática. El Masón es recibido Aprendiz en Oriente bajo una espada flamígera en vibración sostenida por el Venerable Maestro y que éste apoya en su cráneo. Dicha vibración es análoga a la de los indefinidos estados del ser que son pulsados simultáneamente por la influencia espiritual que se vierte simbólicamente en el Aprendiz a través de su coronilla y con los que éste sintoniza en su iniciación. Consagrado, instituido y recibido Aprendiz, éste se convierte en columna y sostén de la obra de construcción del templo interior. Ello se simboliza en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado asignando al Aprendiz recibido un sitio en el extremo NE del Templo, esquina en la que se yergue el pilar invisible que da simetría y equilibrio a los tres apoyos visibles -los pilares de las Tres Pequeñas Luces- sobre los que se asienta la bóveda celeste que cobija a la Logia. La labor del Aprendiz es el desbastado de su piedra bruta mediante las herramientas simbólicas que se le entregan, el mazo y el cincel. Nada debe distraerlo de esta labor de descostrado y conformado sin la cual su iniciación jamás sería efectiva. Su concentración en el aprendizaje de las letras del Libro de la Vida que van aflorando con la labor de desbaste debe ser absoluta, y por ello debe callar en Logia. Su edad simbólica, de 3 años, y todos los signos ternarios que lo acompañan en el rito son un recuerdo permanente de su ubicación con respecto al Conocimiento, de su vinculación e identidad con aquello que es propuesto a su consideración bajo el ropaje de los símbolos que están grafiados en el cuadro de Logia; esto es, de la fusión esencial del yo, el tú y el él en el Uno. El Aprendiz es aprehendido por el Espíritu. Sorprendentemente, incluso desafiando toda lógica, y tan sólo, por la gracia del Gran Arquitecto del Universo. (ver Iniciación, Piedra Bruta). M. G.
La verdad es que Ashmole es uno de
esos personajes históricos cuya acción en el mundo ha contribuido
de modo especial a rescatar el verdadero legado espiritual-intelectual
de las auténticas organizaciones iniciáticas. Anticuario
de profesión, fue amigo de otros ilustres masones, como Christopher
Wren (famoso arquitecto), de alquimistas, astrólogos, investigadores,
practicantes de las Artes Liberales y la Ciencia Sagrada, con alguno de
los cuales, como es el caso también de otro masón, Robert
Moray, fundó la Royal Society de Londres y la Philosofical Society
de Oxford.
Tanto material y tantas joyas llegaron
a reunirse que hubieron de crearse dos secciones. A partir de su muerte
la de arte lleva su nombre; se trata del famoso Ashmolen Museum,
de Oxford, donde pueden seguir viéndose hoy en día todas
estas colecciones y consultarse todos estos textos y manuscritos herméticos.
Mª
A. D.
El Aprendiz recibe la palabra sagrada deletreada y no puede darla de otro modo puesto que no sabe leer ni escribir en el Libro de la Vida al inicio de su carrera masónica, o viaje hacia el Conocimiento. El estudio del significado de cada una de las tres primeras letras que el masón recibe debe formar parte de su aprendizaje. 2. Boaz es el nombre de la columna levantada a la izquierda de la puerta del Templo de Salomón, con la cual se corresponde la columna B de la Logia masónica. Boaz significa "En f..." o "En la f...", y es junto a la columna B.·. donde reciben su salario los obreros que han recibido esa palabra. También el estrado del 1er Vig.·., a quien corresponde el pilar de la Fuerza, se sitúa junto a la columna B. Ello es así ya se encuentre la columna situada a la izquierda de la puerta del Templo como en el Rito Escocés o a la derecha como en el Rito Francés. 3. Boaz, o Booz, al igual que Jakin son nombres de realeza y también como tales figuran esculpidos en las columnas del Templo de Salomón y están representados en las columnas de la Logia. Ello se corresponde perfectamente con la naturaleza Real del Arte que los masones practican en su Templo a cubierto del mundo profano. El Libro de Rut narra la historia de Boaz, labrador justo de la tribu de Judá de cuyo linaje desciende el Rey Salomón. Boaz desposa a Rut la moabita, viuda de Majlón, tras haberla favorecido permitiéndole espigar en sus campos y entregándole seis medidas de cebada. La recepción de los dones de Boaz por parte de Rut se corresponde con el aspecto pasivo o receptivo del Tronco de la Viuda, mientras que el relato de la viuda limosnera del evangelio de San Marcos (12, 41-44) evoca su faceta activa. Boaz toma para sí a Rut junto con el campo de su marido muerto "a fin de mantener el nombre del difunto sobre su herencia y para que el nombre del muerto no desaparezca de entre sus hermanos y de la puerta de su lugar" (Rut 3, 10). A los Hijos de la Viuda les corresponde el mantenimiento y la vivificación del nombre de Boaz a la puerta del Templo masónico. (Ver Jakin, Columnas, Palabra Sagrada y Tronco de la Viuda). M. G. Para comprender esta simbólica habría que tener en cuenta que la Logia es, ante todo, una imagen del mundo, y como tal debe existir en ella una representación de lo que constituye el "marco" mismo del cosmos, que es propiamente el zodíaco. Muchos recintos o santuarios sagrados -al igual que las ciudades edificadas según las reglas de la arquitectura sagrada-, siendo la proyección en la tierra del orden celeste, están de una u otra manera "enmarcados" por las constelaciones zodiacales. Es el caso, por ejemplo, del Ming-Tang chino, del Templo de Jerusalén (y su arquetipo la Jerusalén Celeste), y en construcciones tan antiguas como puedan ser el crómlech megalítico de Stonehenge. Asimismo, los masones operativos, y en general los artesanos constructores de cualquier sociedad tradicional, se servían de un cordel para determinar la posición correcta de los templos o catedrales, que siempre y de forma invariable, estaban orientados según las direcciones del espacio señaladas por los cuatro puntos cardinales, exactamente igual que la Logia. Ahora bien, como menciona René Guénon, "...entre las funciones de un 'marco' quizá la principal es mantener en su sitio los diversos elementos que contiene o encierra en su interior de modo de formar con ellos un todo ordenado, lo cual, como se sabe, es la significación misma de la palabra 'cosmos'. Ese 'marco' debe, pues, en cierta manera, 'ligar' o 'unir' esos elementos entre sí, lo que está formalmente expresado por el nombre de 'cadena de unión', e inclusive de esto resulta, en lo que a ella concierne, su significación más profunda, pues como todos los símbolos que se presentan en forma de cadena, cordel o hilo (todos ellos símbolos del eje) se refieren en definitiva al sutratma" (cap. LXV de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada). Por consiguiente, la cadena de unión masónica vendría a significar, considerada desde el punto de vista metafísico, exactamente lo mismo que la "cadena de los mundos": un símbolo que resume el conjunto de todos los estados, seres y mundos que conforman la manifestación universal, los cuales subsisten y están ligados entre sí por el "hilo de Atma" (sutratma), es decir por su hálito o espíritu vivificador. Por otro lado, la cadena de unión es también la cuerda anudada (o houppe dentelée en la Masonería inglesa) que aparece figurada en los cuadros de Logia masónicos, y concretamente en los pertenecientes a los grados de aprendiz y de compañero. La significación simbólica de dicha cuerda es idéntica a la de la cadena de unión, pero, al mismo tiempo, y vinculado específicamente con el simbolismo del cuadro de Logia, habría que considerar también otro aspecto importante de ella: el que tiene como función "proteger", además de "unir" y de "ligar", los símbolos y emblemas que aparecen dibujados en el cuadro, el que es considerado como un espacio sacralizado, y por tanto inviolable. En este sentido, la idea de "protección" está incluida en el simbolismo de los nudos y las ligaduras, que por sus formas respectivas recuerdan el trazado de los dédalos y laberintos iniciáticos. Y en lo que respecta a la cadena de unión, ésta es la que en su función de "marco" celeste delimita, separa y protege el "mundo de la luz" (la Logia, considerada como "un lugar muy iluminado y muy regular") del "mundo de las tinieblas", o lo sagrado de lo profano. (Ver Rito de la Cadena de Unión, Lazos y Nudos, y Cuadro de Logia). F. A. En todos los ritos de iniciación, tanto en las sociedades arcaicas como en las grandes civilizaciones se representa simbólicamente a la Muerte, pues la Iniciación siempre ha sido considerada como la muerte del hombre profano y el nacimiento de un hombre nuevo, totalmente regenerado por la acción del rito y la gracia del Conocimiento.
El viaje iniciático
es análogo al viaje post mortem que emprende el alma al morir
el cuerpo físico; y Hermes es el Psicopompo que conduce esa alma
durante el recorrido que la habrá de llevar al mundo de los dioses.
Es por esto que el iniciado, cuando
sale
de la Cámara de Reflexión, es llamado Neófito (palabra
que significa "nueva planta"). La semilla, que representa sus potencialidades,
ha muerto, dando lugar a la posibilidad de germinar a la nueva vida.
Por todo ello, el Gabinete de Reflexión está emparentado con la simbólica de la caverna o gruta, o con la choza ritual, e incluso con la espesura del bosque, lugares en donde el neófito vive la experiencia directa de su muerte iniciática. En este sentido, en el Gabinete de Reflexión se opera el "regreso al útero o matriz" de la Madre Tierra (Mater Genitrix), pues como dice Mircea Eliade: "el candidato a la iniciación se sitúa antes de su nacimiento biológico, en la noche cósmica, a fin de participar de un segundo nacimiento". O como también afirmaba Paracelso: "Quien quiera entrar en el Reino de los Cielos, debe primeramente entrar con su cuerpo en su Madre y, allí, morir". Se trata todo ello de un simbolismo que se refiere efectivamente a la "muerte iniciática", representada en Alquimia por la nigredo o "el negro más negro que el negro", es decir por un estado de completa oscuridad o concentración, necesaria para la purificación completa de la psiqué, lo que en verdad constituye una catarsis en el sentido propio del término, y que confluirá en el "nacimiento iniciático", o "segundo nacimiento". Ese proceso es lo que en la Masonería se denomina el pasaje de "las tinieblas a la luz", semejante al proceso cosmogónico del "caos al orden". La luz de la vela que ilumina débilmente la estancia del Gabinete simboliza precisamente el germen de ese nuevo nacimiento, que está también representado por el gallo figurado en una de las paredes. Ave eminentemente solar, que anuncia el nacimiento del nuevo día en lo más profundo de la noche, el gallo es también un símbolo del dios Hermes, el guía que conduce al iniciado en su camino hacia el Conocimiento. La banderola que aparece encima del gallo con la inscripción "Vigilancia y Perseverancia" aluden directamente a un estado activo de la conciencia y a un estar "despierto" interiormente para recibir la influencia espiritual (intelectual) que al menos virtualmente le será conferida al candidato durante el rito de la iniciación en el interior de la Logia. Remitimos a cada uno de los restantes elementos simbólicos que aparecen la Cámara de Reflexión, a saber: el Pan y el Agua, los tres principios herméticos: Azufre, Mercurio, y Sal, el Cráneo y el Reloj de Arena. F. A. 2. La Catedral, como cualquier templo sagrado, es sede de la Divina Inmanencia, la Shekinah, que penetra a través de la Puerta de los Dioses simbolizada por la piedra angular y difunde sus rayos en el plano de la Creación. Desde el punto de vista religioso o exotérico propio de una gran mayoría de mosenes parroquianos, la entrada de la Divinidad en el mundo de lo manifestado a la que se refieren los Evangelios cristianos -y todos los libros inspirados de todas las tradiciones- es contemplada como la constitución de una entidad individual distinta al ser humano con la cual éste se esfuerza en ligarse o re-ligarse (de ahí la palabra 'religión'), pero que percibe como algo tan disímil como las piedras del templo en el que lleva a cabo sus prácticas religiosas. Para la visión interior o esotérica, en cambio, el ser individual está en el seno de la Divinidad y no puede discernirse de ella más que ilusoriamente. La Divina Inmanencia se efectiviza cuando el yo individual adquiere conciencia de que no es más que un estado del Ser Universal y de que su esencia es la propia Esencia Divina, la quintaesencia de todo lo ígneo, lo aéreo, lo acuoso y lo pétreo. Así, entre el templo y el yo no hay, no puede haber, ninguna dualidad verdadera. 3. A los ojos del iniciado masón, una Catedral deja de ser un 'local decorado al gusto de una época' para convertirse en una imagen del Paraíso terrenal en el que siempre ha habitado -acaso, sin haberlo advertido durante mucho tiempo-, poblado por altas palmeras, animales fantásticos y un monte sagrado, y también de la Jerusalén Celeste de forma cúbica que signa el fin del actual ciclo de manifestación. El Paraíso y la Jerusalén de los cielos son los modelos arquetípicos de la Catedral, es decir, sus ideas directrices, y éstas son análogas a la de cosmos u orden que rige en todo lo manifestado. Como el Paraíso terrenal, la Catedral se alza en un punto elevado significativo de la geografía sagrada, y está cubierta por una bóveda arquitectónica análoga al firmamento. Como la Jerusalén celeste, la base de la Catedral es cuadrangular y sus puertas se orientan a los cuatro puntos cardinales. La Catedral es, en definitiva, un símbolo de la manifestación, esto es, de lo manifestado, de su Principio y de la acción creadora de dicho Principio, tríada que es una Unidad en su esencia y que incorpora en su seno al constructor del templo. Esta es la verdad interior de la Catedral, la que sus piedras talladas simbolizan; esta es la realidad que ha dado fundamento y razón de ser al trabajo de los canteros de todos los tiempos, quienes han rubricado su comprensión de la obra de arte con una marca en la piedra tallada. 4. El pórtico de la Catedral constituye una síntesis del programa simbólico del templo. El pórtico plasma en alzado lo que la Catedral en su conjunto expresa en planta y en la tridimensión, y es análogo a ella. Así, las bóvedas y el suelo de las naves, que simbolizan el cielo y la tierra, se corresponden respectivamente con el arco del pórtico y el espacio de forma rectangular en el que se inscriben las puertas del templo. Si para un masón es dable una 'lectura' esotérica de las Catedrales, también lo es de sus pórticos, y acaso podría decirse que con mayor razón, puesto que nuestros antepasados constructores a menudo erigieron pilares en los pórticos de los templos cristianos a imagen de las columnas que decoran las Logias y sostienen los templos interiores. Ambas columnas comprenden el recorrido del Sol en el horizonte, las circumambulaciones en Logia y el recorrido por los Misterios Menores. M. G.
Los orígenes históricos
del Compañerazgo son inciertos, como corresponde a una orden iniciática
tradicional que hunde sus raíces, en última instancia, en
el no-tiempo mítico. Los textos escritos más antiguos que
se conocen en los que se menciona a los Compañeros del Oficio o
del Deber con tal nombre datan de los siglos XV y XVI y aparecen en un
ámbito geográfico concreto: Francia. Ahora bien, el Compañerazgo
francés, como la sociedad alemana de los Steinmetzen (talladores
de piedra) del siglo XII o la Francmasonería anglosajona de los
siglos XIII y XIV, son todas ellas organizaciones herederas sin solución
de continuidad de las guildas y cofradías de oficios medievales,
las cuales, a su vez, fueron una prolongación de los Collegia
Fabrorum del Imperio Romano, depositarios de antiquísimos conocimientos
esotéricos y transmisores de la iniciación en los Misterios.
El Compañerazgo es, pues, una organización iniciática
que, entroncada en la Tradición Hermética al igual que la
Masonería, se formula como un símbolo de una idea arquetípica
-que como tal es ajena al devenir- en un doominio histórico y geográfico
al cual fecunda.
Por otra parte, los secretos del oficio son
Del Compañerazgo como organización
iniciática de oficio también hay que destacar su gran versatilidad.
Si bien los Compañeros del Deber sólo acogían en su
seno a cuatro sociedades madre al principio -las de los talladores de piedra,
los carpinteros, los cerrajeros y los carpinteros de obra-, en el siglo
XIX ya agrupaban a más de 20 oficios: además de los ya citados,
a los curtidores, los tintoreros, los cordeleros, los cesteros, los sombrereros,
los blanqueros gamuceros, los fundidores, los alfileteros, los herreros,
los tundidores de paño, los torneros, los vidrieros, los silladores,
los sarteneros, los doladores, los cuchilleros, los hojalateros, los guarnicioneros,
los carreteros, los claveros, los techadores y los yeseros (E. Marin Saint-Léon,
op.
cit.). Hay constancia de que la agregación de una nueva sociedad
artesanal al Compañerazgo estaba precedida de su presentación
por parte del gremio 'padrino' ya adherido en cuyo seno había surgido
la corporación, y de que la recepción de dicha sociedad se
efectuaba de modo ritual (tal fue el caso, por ejemplo, de los doladores,
quienes fueron presentados por los carpinteros, o de los hojalateros, quienes
lo fueron por los fundidores). De este modo, el Compañerazgo ha
transmitido durante siglos la iniciación y la capacidad de otorgarla
a muchos gremios de artesanos, realizando adaptaciones tradicionales de
los ritos a las características de los distintos oficios y actualizando
permanentemente de este modo la memoria de que las artesanías son,
por encima de todo, vías simbólicas de conocimiento. Ars
sine scientia nihil (El arte sin la ciencia no es nada).
4. El Compañerazgo
y la Masonería son las organizaciones herméticas depositarias
de la iniciación que han subsistido en Occidente hasta nuestros
días. Ambas han actuado -y siguen haciéndolo- como arcas
que atesoran cuanto debe ser preservado de un mundo que naufraga a un ritmo
cada vez más trepidante. La Masonería ha conservado,
incorporándola a sus ritos, la herencia simbólica de los
Collegia
Fabrorum, los Constructores medievales de catedrales, los Alquimistas,
los Templarios, los Cabalistas y los Rosacruces. El Compañerazgo,
por su parte, ha vivificado la memoria del origen sagrado y la razón
de ser profunda de todas las artesanías por medio de adaptaciones
tradicionales que han permitido el mantenimiento de la iniciación
en los 'oficios especializados' surgidos con posterioridad a la Edad Media.
Por otra parte, el Compañerazgo y la Masonería se han fecundado
mutuamente a lo largo de su historia, tal como testimonian, por ejemplo,
las grandes concordancias existentes entre los Catecismos masónicos
y compañónicos de los siglos XVIII y XIX. Y es que difícilmente
podría haber sido de otro modo entre organizaciones pertenecientes
a una misma Tradición viva -la Tradición Hermética-
que reconocen unos mismos orígenes míticos. Mucho se ha escrito
acerca de las disensiones y rivalidades profanas entre la Masonería
y el Compañerazgo y entre los Deberes compañónicos,
pero muy poco se ha dicho acerca de la unidad fundamental de todas las
iniciaciones que toman a la construcción del Templo de Salomón
como su modelo arquetípico. Un Compañero masón y un
Compañero recibido, a poco despiertos que estén, sabrán
comprender que los cinco viajes en Logia y el Tour de Francia son símbolos
análogos de un mismo y único viaje interior, y que el conocimiento
esotérico que se propone adquirir al Compañero masón
por medio de las Artes Liberales es la misma enseñanza interior
vehiculada por los secretos de oficio que se le van a ir revelando al Compañero
recibido durante su circumambulación ritual por la geografía
francesa.
Aunque el punto de vista moderno se limite a considerar el corazón como sede de los sentimientos, en contraposición y por debajo del cerebro, sede de una inteligencia racional, todas las tradiciones unánimemente localizan en él una inteligencia intuitiva y sintética en contraposición y por encima de una razón analítica y discursiva que se localiza en el cerebro. Para el Hinduismo el corazón es la morada de Brahma, para el Islam contiene el Reino de Dios y el Cristianismo nos brinda el simbolismo del Sagrado Corazón. En la Masonería el corazón de la Logia es el altar. Situado en el mismo centro y bajo la cúpula celeste, en un aspir absorbe la energía supracósmica que expande en las seis direcciones, hasta los límites del Templo. En el Ritual de recepción a segundo grado, el Primer Vigilante comunica al Recipiendario los secretos del grado de Compañero, y al confiarle el "Signo Penal" que se hace retirando la mano derecha del corazón horizontalmente y dejándola caer lateralmente trazando una escuadra, le comunica su significado: "Preferiría arrancarme el corazón antes que revelar indebidamente los secretos que me han sido confiados". Si la finalidad última del iniciado es acceder al Conocimiento, "arrancarse el corazón" simboliza renunciar a este objetivo, cortar el vínculo que le da acceso a esta Posibilidad, prescindir de la más alta facultad del hombre: su Inteligencia. El verdadero masón no "revelará indebidamente" ningún secreto pues sabe que por naturaleza es incomunicable; pero sí sabrá seguir el camino del corazón, la vía de acceso a lo suprahumano, que cada hombre alberga dentro de sí, y sabrá indicarlo y compartirlo con quien rectamente lo solicite. A. G. Sobre el sentido de la misma, en la instrucción al grado de maestro se pregunta: "¿Qué representa esa cortina?" y la respuesta que se da es: "Figura el velo cósmico que disimula el trono (Merkaba) y el Delta Luminoso, el cual simboliza al Gran Arquitecto. Representa también lo que nos separa de los Maestros Desconocidos que han pasado al Oriente Eterno y que continúan dirigiendo nuestros trabajos gracias a la Tradición fielmente seguida." En relación con lo dicho anteriormente, observamos que el simbolismo de la cortina sería análogo a lo que en la Cábala se denomina el Abismo (Tehom), el foso inmenso que separa Arik anpin de Zeir anpin, o lo que es lo mismo, el "Rostro Mayor" (la Suprema Tri-Unidad total constituida por Kether, Hokhmah y Binah) del "Rostro Menor" (el cual designa "los seis sefiroth activos de construcción, que se manifiestan a través del sefirah receptivo, Malkhuth, inmanencia divina." (Leo Schaya. El Significado Universal de la Cábala). (Ver Velo). M. V. Hay que destacar que la Cosmogonía no es sólo un acontecer cronológico sino ante todo Lógico (Logos), que se refiere al paso “de las tinieblas a la luz“ o, en otras palabras, del Caos primordial al Orden manifestado. En términos simbólicos la Cosmogonía se refiere al paso de la Unidad a la multiplicidad, mientras que el proceso iniciático, representado en la Masonería por los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, es un proceso inverso, de la multiplicidad a la Unidad. Asimismo, hay que destacar la estrecha relación entre el mithos cosmogónico y el Ritual de Apertura de la Logia que lo representa plenamente. En efecto el Ritual de Apertura ejemplifica este paso “de las tinieblas a la luz”, tanto en su forma como en su contenido pasando de un espacio profano a otro sacralizado en virtud del Rito mismo. (Ver Metafísica, Logia). J. M. G. Dentro del Templo varios son los símbolos que lo manifiestan: las Columnas J y B, los tres Pilares, las Espadas, la Plomada del Hermano Segundo Vigilante; cada uno de ellos nos ofrece distintos aspectos de una misma imagen, la vertical. Pero si nos atenemos a su carácter fundamental, es decir a su inmovilidad generadora de rotación, nos tenemos que referir a la recta imaginaria que centra el mismo Templo, la cual representa la idea arquetípica de eje, puesto que liga mutuamente por su centro los distintos planos o estados jerarquizados. El eje está a veces representado en su parte alta con una plomada que pende del punto medio del techo del Templo. Su proyección atraviesa el Altar para hundirse finalmente en el punto medio del suelo de la Logia. Este eje primordial une por su centro los tres planos o niveles arquetípicos. En lo alto la salida del cosmos, la estrella polar, punto vacío alrededor del cual pivota la bóveda celeste. Seguidamente el corazón de la Logia, centro de la cruz vertical, el Altar y las Tres Grandes Luces, a las que el eje atraviesa entre la Escuadra y el Compás. Y finalmente el centro de la Tierra, cruz horizontal donde convergen los vértices de los cuatro cuadrados, dos blancos y dos negros que a su vez se multiplican conformando el Pavimento Mosaico. Así como el centro en el plano, desde su inmutabilidad genera el círculo, el eje desde su inmovilidad en lo tridimensional, genera un mundo, el espacio de la Logia. En torno a este eje se producen las circumambulaciones de los Hermanos, al igual que las dos serpientes se enroscan y desenroscan en torno al caduceo, el equilibrio de las fuerzas cósmicas, sentidos ascendente y descendente. Cada Hermano desde cualquier punto del Templo puede contemplar dicho eje y reconocerse a él mismo como tal. Con sus pies en la tierra conjuga el blanco con el negro, con su cabeza (el cielo) está en contacto con lo suprahumano, y con su corazón hace de intermediario entre ambas polaridades, contribuyendo con su trabajo y su recta intención a que las energías fluyan de arriba a abajo y de abajo a arriba. Y a su alrededor el mundo gira. (Ver Plomada, Columna). A. G. El espejo, siendo una superficie o lámina de cristal azogada, casi siempre de mercurio, aunque también pueda ser de otro metal bruñido, refleja o representa lo que se pone ante él. A lo largo del camino iniciático, el adepto debe aprender que aquello que retrata el espejo es solamente su apariencia, una imagen transitoria del ser individual sometida a las leyes del devenir, una ilusión cambiante y contingente, y por tanto, todo aquello con lo cual no debe identificarse, ni reconocer como el fin del proceso, pues de ser así quedaría atrapado en la rueda de la vida y perdería la posibilidad de la verdadera realización metafísica, la cual está más allá de la naturaleza y cuya aprehensión excede las facultades humanas. El mayor error y más grande enemigo del iniciado es identificarse con los aspectos puramente formales, caducos, egóticos y cambiantes del ser individual, en lugar de verlos como simples destellos o reflejos transitorios del Ser Universal, los cuales deben ser traspasados para fusionarse finalmente con la esencia supraformal, suprahumana, es decir, con lo inmutable, indimensionado, con el Sí mismo, análogo al Atma hindú o al principio masónico denominado Gran Arquitecto del Universo. Es también en este sentido que debe entenderse a la Masonería Especulativa (ver entrada con este título), ya que el término del cual procede, speculum, etimológicamente significa mirar, y ello alude precisamente a una mirada que penetra inteligentemente la interioridad o el sentido profundo de todos los símbolos que la masonería conserva, afín de trascender la forma y ser uno con su esencia. Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con las elucubraciones mentales y parciales a las que se ha visto abocada la Orden en nuestros dias, sino más bien con reconocer el verdadero y único Espíritu del que ésta emana. M.V. Al Eter se lo figura como el punto central de la cruz, y en el templo se le ubica en el centro, en medio de los cuatro puntos cardinales, allí donde se encuentran las dos diagonales que se trazan desde los cuatro ángulos del edificio, lugar donde se coloca el ara y que se proyecta verticalmente hacia el centro de la cúpula o vértice de la pirámide, identificándose con la piedra angular, o piedra de toque, que da sentido a toda la construcción. En la cábala al éter se le llama avir, y se le considera como la manifestación de Binah, la Inteligencia, y como el aspecto pasivo de la Shekhinah, o sea como el espacio vacío que hace posible la recepción de la presencia de la deidad o divina inmanencia. (Ver Elementos) F. T. Dos símbolos se relacionan e identifican especialmente con la flor: el de la copa o cáliz y el de la rueda. Como el primero, la flor representa la receptividad de los efluvios celestes, el principio femenino o pasivo de la manifestación -Prakriti en el hinduismo- y la substanciiiia universal, y por ello la flor guarda también una estrecha vinculación con el Santo Grial de la tradición occidental, el cual, en tanto que vasija, se corresponde con la receptividad, y por la sangre que contiene es símbolo del centro de la vida y también del centro del ser completo. Por otra parte, la flor, como la rueda, simboliza la manifestación cósmica.
En ambos símbolos, y obedeciendo
a unas leyes universales y a una misma idea geométrica, se produce
el desarrollo de las indefinidas posibilidades de manifestación
a partir de un centro oculto e invisible. Los radios de la rueda y los
pétalos de la flor -en su abrirse y desprenderse- representan el
paso del origen indeterminado y misterioso al riquísimo, vasto y
novedoso despliegue de todo lo creado, que llegando al límite de
su expresión, debe ser finalmente reabsorbido por el principio del
cual procede. De esta manera, la presencia de las flores en los templos
masónicos recuerda que éstos son arcas de símbolos
universales presentes en todas las tradiciones. M.V.
Se hallan presentes en la Logia sobre los capiteles de las dos columnas J y B, situadas a la entrada del Templo. En cada capitel suelen ponerse tres en forma triangular. En la Biblia aparecen decorando las columnas del Templo, formando guirnaldas junto a las azucenas (lirios blancos). En el Libro Primero de Reyes 7, 15-20 se dice: "Hizo dos encajes y dos trenzados a modo de cadenas para los capiteles de la cima de las columnas, un trenzado para un capitel y otro trenzado para el capitel segundo. Hizo granadas: dos filas alrededor de cada trenzado cuatrocientas en total, colocadas sobre la prominencia que estaba detrás del trenzado; doscientas granadas alrededor de un capitel y doscientas granadas alrededor del segundo capitel". En el Libro Segundo de Crónicas 3, 15 -16 existe la siguiente mención: "Delante de la sala hizo dos columnas de treinta y cinco codos de alto. El capitel que las coronaba tenía cinco codos. En el Debir hizo cadenillas y las colocó sobre los remates de las columnas; hizo también cien granadas, que puso en las cadenillas". Compuestas por numerosas semillas, las granadas son una expresión simbólica o sintética de la idea de la Unidad que existe en todo lo que se expresa, por ello, representan también a la propia Masonería como cadena iniciática y la fraternidad de todos los masones del mundo, hombres libres y dispersos por la tierra pero unidos por idénticos símbolos y ritos. Como dice O. Wirth las granadas representan a la familia masónica "en donde todos los miembros están armoniosamente religados por el espíritu de orden y de fraternidad". Orden o armonía que se interpreta como expresión o emanación de un Principio Creador que para la Masonería es conocido como Gran Arquitecto del Universo. Aunque en algunos talleres o logias las granadas se sustituyan por dos esferas, la una aludiendo al cielo y la otra la tierra, es frecuente, sin embargo, verlas representadas en antiguos cuadros de Logia sobre los capiteles de las dos columnas, o mencionadas en algunos rituales y mementos de la Orden. La granadas son, asimismo, símbolo de abundancia y de generosidad. Representan los frutos de la tierra, donados por sus diosas fecundadoras, como Demeter para los griegos o Ceres entre los romanos. Su situación sobre las columnas, donde los masones reciben su salario, alude a la generosa gratificación destinada a recompensar el esfuerzo de los obreros que construyen en armonía el edificio de la Masonería. Vemos la misma enseñanza simbólica en la leyenda de Hércules, quien tras haber cumplido 11 de sus 12 trabajos logra llegar al jardín de las Hespérides dónde obtiene el fruto áureo de sus esfuerzos, y con él consigue superar la última prueba en el camino de reintegración al Sí Mismo. Mª. A. D. Así pues, los guantes son un símbolo de trabajo para los masones listos para ponerse “manos a la obra” de forma responsable, esto es, no descuidando tener presente lo fundamental que para la Masonería es la Glorificación al Trabajo. El hecho de haberse conservado este símbolo hasta el punto de que ningún masón entra en la Logia sin llevar los guantes puestos, da cuenta de la importancia que para la Orden tiene mantener vivo su significado y su relación con la idea del trabajo operativo, que en definitiva es aquel que verdaderamente opera una transformación o una alquimia en el individuo que con voluntad se entrega al trabajo iniciático cuya finalidad es el conocimiento del Gran Arquitecto del Universo. Por otro lado su color blanco nos indica que se trata también de un símbolo ligado a la idea de pureza e inocencia, idea claramente señalada en el ritual de exaltación al 3º grado durante el cual se examinan las manos y guantes del compañero recipiendario para probar que está libre de toda culpa con relación a la muerte del maestro Hiram. Ello nos estaría indicando que todos los actos del masón deben estar guiados por esas dos virtudes durante el desarrollo de los trabajos dentro de la Logia, esto es, revestidos de pureza y recta intención. Hay dos momentos solemnes dentro del ritual en los que se detienen los trabajos y se quitan los guantes, es durante la cadena de unión y en el momento de los juramentos sobre las Tres Grandes Luces; en ambos casos se trata de un símbolo de alianza con el Principio. En el juramento se produce la unión con el Principio Supremo, Gran Arquitecto Universal, y en la cadena la unión es con la cadena iniciática que liga a los masones de todos los tiempos y lugares con quien se establece la unión. (Ver Mandil y Decoraciones). Mª A. D. En la Masonería, este aspecto ambivalente de los nudos aparece claramente definido cuando en un momento de la iniciación al grado de aprendiz se le pone al postulante una cuerda anudada alrededor del cuello. Por un lado, esa cuerda le advierte del estado de dependencia que aún mantiene con el mundo profano, del que procede y del que deberá desvincularse. Pero, al mismo tiempo, la cuerda que le anuda representa un símbolo del "lazo iniciático", o del "cordón umbilical" sutil que liga al masón con su Principio, unión que sólo se hace efectiva una vez se ha asumido íntegramente la realidad sagrada y metafísica contenida en la enseñanza iniciática. Además, en llegar a comprender y encarnar esa realidad, en vivenciarla en uno mismo, consiste el verdadero "secreto masónico". De ahí que en algunos antiguos manuales se diga expresamente: "¿Qué lazo nos une?.- Un secreto. ¿Cuál es este secreto?.- La Masonería". (Ver Cadena de Unión, Cuadro de Logia y Cable tow). F. A. El mandil no debe confundirse con un uniforme cuya intención es dar una única expresión exterior a todos los que lo portan. El uniformismo mata toda la riqueza expresiva del Ser que al manifestarse lo hace adoptando un número indefinido de formas, colores, olores, etc., y pretende una igualdad por lo bajo, cuando en realidad la igualdad sólo lo es por la participación y unión de todas las cosas y seres con el Principio que los origina y les da su razón de ser. El mandil es más bien uno de los signos de pertenencia a un medio de trabajo, el de la construcción, que en nada persigue el uniformismo sino la consecución de la universalidad. El mandil sirve para tapar la parte delantera del cuerpo, la activa, masculina y luminosa (de ahí el nombre de delantal que también recibe en castellano), que es la que participa activamente en la labor, mientras que se anuda en la parte trasera o posterior, pasiva, receptiva y oscura. Dos complementarios que siempre deben equilibrarse en el justo centro, que es el propio masón. Este aspecto se remarca en el mandil del maestro, que por la parte delantera o exterior es blanco y ribeteado en azul o rojo, según el Rito en el que se trabaje, y por la trasera o interna es negra. En cuanto a su composición diremos que se confecciona con piel de animal, constituyendo una segunda piel para el que lo porta, a quien remonta al origen, pues, "Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió". Génesis III, 21. "La piel es, en hebreo, lo 'aún sin luz'; constituye la experiencia de las tinieblas que prepara y precede a la luz." (A. de Souzenelle, El simbolismo del cuerpo humano, pág. 44). Para reencontrarse con la No-Dualidad, el ser humano caído debe emprender un camino de retorno, desde las tinieblas por alumbrar, simbolizadas en este caso por el mandil, hacia la luz o Conocimiento pleno e identificación con lo metafísico. Respecto a la forma, en todos los mementos de los distintos Ritos, el mandil del aprendiz es un cuadrado con una baveta triangular levantada en la parte superior. En sus orígenes el cuadrado tapaba parte de las piernas y la zona abdominal del cuerpo (sede simbólica del mundo instintivo) y la baveta triangular la zona torácica (residencia de las pasiones y emociones). El aprendiz debe proteger estas zonas mientras va conociendo y purificando todos los aspectos del alma que ellas simbolizan; además esta forma recuerda la de la piedra cúbica en punta, que es la meta que persigue. En el grado de compañero, el mandil es el mismo, pero con la baveta triangular doblada hacia abajo, sobre el cuadrado, en señal de su mayor habilidad y dominio del mundo anímico. Para el maestro, el delantal varía según los ritos, tal como se ha explicado precedentemente, destacando que de los tres grados iniciáticos es el único en que está decorado con símbolos y emblemas relativos al tercer grado, en el que el masón recibe la "plenitud de todos sus derechos". (Ver Trabajo y Piedra Bruta). M. V. Amigo y maestro de Thomas Vaughan, quien fuera primer traductor al inglés de los Manifiestos Rosacruces, editados en 1652 a partir de un manuscrito perteneciente a la familia de Moray. Documentos Rosacruces también copiados a mano por otro amigo de Moray, el importante hermetista y masón Elías Ashmole, compañero fundador de la Royal Society de Londres, institución de la cual Moray fue su primer presidente. Estas relaciones humanas y los hechos y realizaciones a que dieron lugar, adquieren gran relevancia dado que se refieren a ciertas corrientes de pensamiento que confluyendo en la síntesis de la idea, dieron nacimiento a la actual Masonería.
y René Guénon apunta:
En 1647, seis años después
de su iniciación masónica, se casa con Sofía,
hija de David Lindsay, Lord Balcarres, quien a su vez estaba casado con
una hija de Alexander Seton, entrando a formar parte de las familias Lindsay
y Seton-Montgomery, nobles familias escocesas de tradición esotérica,
conocidas también como familias de los Old Charges (“Antiguos
Deberes”). A este respecto Michael Baigent y Richard Leigh en su libro
Des
Templiers aux Franc-Maçons dicen lo siguiente:
Además, no es de extrañar que en este recorrido
iniciático el individuo vaya cambiando de nombre, pues:
Así, estos nombres simbólicos
representan las envolturas que velan y al mismo tiempo revelan la esencia
de un ser individual. Pero cuando esa individualidad, plenamente realizada,
alcanza el estado del Hombre Verdadero y empieza el recorrido por los Grandes
Misterios, es decir por los estados incondicionados,
En el deambular del segundo viaje simbólico que el postulante efectúa con la regla en la mano izquierda y la palanca en la derecha (ubicación que se corresponde respectivamente con el aspecto pasivo y activo de cada útil), aquel se detiene frente al sitial del Hermano Tesorero –el guardián del Tesoro de la Logia- y lee un epígrafe en el que figura el nombre de los cinco estilos arquitectónicos. Acto seguido se le insta a convertirse en una columna viva y a ser 'uno de los pilares inquebrantables del templo'. La palanca es una herramienta que cumple una importante función simbólica en esta magna obra de edificación, tanto exterior como interior, y por su diseño y función contribuye a la elevación de las piedras que podrán entonces ser ubicadas en el lugar justo que les corresponde dentro del templo. Si por las leyes de la analogía transponemos esta labor constructora que se ayuda de la palanca al proceso de realización espiritual, descubrimos que aplicando la voluntad y el discernimiento con estrategia y proporción, y ubicándonos en la inmutabilidad de un punto, es posible vencer todas las dificultades y resistencias y conocer el lugar que cada cual ocupa en la armonía del Todo. Además, la palanca, al elevar, provoca una ruptura de nivel, lo cual es análogo a la apertura de estados de conciencia del Ser cada vez más sutiles y universales, promovidos por el recorrido siempre ascendente del proceso iniciático.
La palanca cósmica apuntada
por este autor señala 'un punto fuera de la tierra', análogo
al punto geométrico donde se reúnen los masones -que no está
en ninguna parte por corresponder al estado de conciencia de Unidad libre
de todo condicionamiento-, capaz desde su inmutabilidad de imprimir el
impulso y movimiento a todo el orbe. Esta imagen relaciona a la palanca
con la virtud de la Fe, entendida como la experiencia certera que
todo el poder, la fuerza y el establecimiento del orden universal son de
naturaleza divina y surgen de un punto prístino capaz de 'mover
montañas'. En este sentido, vemos también la relación
entre dicho establecimiento y el significado de la palabra sagrada del
segundo grado simbólico. M. V.
Extendido como decimos en el centro del templo, el pavimento mosaico es un tapiz cuadrangular que evoca la forma de cuadrado largo de la Logia y del cuadro de Logia. De hecho reproduce a su escala las dimensiones horizontales de la Logia, y el encuadre que genera determina un espacio sagrado y significativo, una “Tierra Sagrada” como se dice expresamente en las lecturas del Rito Emulación inglés. En ese tapiz están representados una serie de cuadrados alternativamente blancos y negros, exactamente igual que las casillas de ajedrez. Tanto en el pavimento de mosaico como en el tablero de ajedrez, los cuadros blancos y negros simbolizan respectivamente la luz y las tinieblas, el día y la noche, y en general todas las dualidades cósmicas surgidas de la "reflexión" bipolar de la Unidad o Ser universal. Dicha dualidad se encuentra representada también en el conocido símbolo extremo-oriental del yin-yang, cuyas dos mitades inseparables, una clara y otra oscura, se corresponden con la disposición de los cuadrados del pavimento. En este sentido, el color blanco simboliza las energías celestes, activas, masculinas y centrífugas, y el color negro las energías terrestres, pasivas, femeninas y centrípetas. Las primeras se oponen a las segundas, y viceversa, al mismo tiempo que se complementan y conjugan (atraídas como los polos positivo y negativo de un imán), determinando en su perpetua interacción el desarrollo y la propia estructura de la vida cósmica y humana. Esa estructura se genera igualmente por la confluencia de un eje vertical -celeste- y otro horizontal -terrestre- (ejemplificados en el pavimento por las líneas transversales y longitudinales), conformando un tejido o trama cruciforme, un cuadriculado, en fin, que refleja las tensiones y equilibrios a que está sometido el orden de la creación. Asimismo, también puede equipararse la vertical al tiempo y la horizontal al espacio (el primero activo con respecto al segundo, al que moldea permanentemente), es decir, a las dos coordenadas que establecen el "encuadre" que permite la existencia de nuestro mundo y de todas las cosas en él incluidas. La idea de ese orden está ya implícito en el significado de la palabra 'mosaico', que deriva del griego musèíon, literalmente "templo de las musas (de donde procede también 'museo'), expresión ésta que conviene perfectamente a la Logia masónica, recinto sagrado en donde cada una de sus partes y la totalidad de su conjunto constituyen una síntesis simbólica de la armonía universal. Al igual que el mandala el pavimento de mosaico es, pues, una imagen simbólica representativa de ese orden, en el que el iniciado ha de integrarse plenamente conciliando en su naturaleza las influencias procedentes del Cielo y de la Tierra, lo que le permitirá recuperar finalmente la unidad de su ser. Mas tratándose de un símbolo iniciático el pavimento mosaico también se presta a una interpretación metafísica, aparte de la propiamente cosmológica. Desde ese punto de vista más elevado el color negro simboliza las "tinieblas superiores", es decir lo no-manifestado, y el color blanco lo manifestado, en tanto que símbolo de la "luz" creadora. A este respecto, R. Guénon señala que el color negro del pavimento mosaico simbolizaría el "Sí Mismo" (lo supra-individual), y el blanco el "yo" (lo individual), que al igual que los dos pájaros de que se habla en las Upánishads de la tradición hindú, representan lo que en el ser constituye su parte inmortal y su parte mortal, respectivamente.
PIEDRA.
El simbolismo de las piedras -y los metales, el reino mineral- es riquísimo
en significados, ya que ellas son consideradas por todas las tradiciones
como la expresión terrestre de las energías celestes. Su
antigüedad evoca lo remoto, lo más cercano al principio; son
significativas sus variadísimas formas, colores, tamaños
y atributos; y los diversos grados de pureza que adquieren (que van desde
la piedra común hasta las piedras preciosas y el diamante) sirven
de símbolo de las jerarquías que se expresan en toda la cosmogonía
y que se hacen patentes en los grados de la iniciación. Ya en las
tradiciones más arcaicas las piedras sirven de altar, y son múltiples
los ejemplos que podemos hallar, en muy distintas culturas, de ciertas
piedras que simbolizan el lugar de residencia de los dioses. Se las ha
utilizado como símbolo del Centro del mundo; también como
talismanes, como amuletos, como oráculos (tal el omphalos
griego), y es común que a determinadas piedras se les atribuyan
propiedades sobrenaturales y curativas.
me esforcé por hacerla esposa mía y llegué a ser un apasionado de su belleza.
Los pilares son también las "Tres Pequeñas Luces" de la Masonería, y a los que no habría que confundir con la "Tres Grandes Luces": el Volumen de la Ley Sagrada, el Compás y la Escuadra. En efecto, en la sumidad de cada uno de ellos, sobre la base de sus respectivos capiteles, se encuentra una vela que es encendida durante la apertura de los trabajos y apagada instantes antes de su clausura. Esto lleva a pensar que, y al igual que ocurre con el cuadro de logia, estos pilares desempeñan un papel de suma importancia en lo que se refiere al desarrollo del ritual masónico, en cualquiera de sus grados. En este sentido recordaremos que el significativo nombre de "estrellas" con el que también se conocen a los tres pilares alude sin duda al carácter supra-terrestre que se desprende de su simbólica, pues es claro que se tratan de las "ideas" rectoras que han de presidir los trabajos masónicos. Atendiendo a lo que se menciona a este respecto durante el ritual de apertura esas estrellas deben "hacerse visibles" a fin de que esos trabajos sean "iluminados" y se desarrollen en armonía con los arquetipos celestes. La penumbra en que está sumida la logia antes del alumbrado de los pilares ejemplifican las "tinieblas" primigenias que precedieron la formación del orden cósmico, de lo que se deduce que la iluminación de la logia vendría a representar un símbolo más de la acción del Fiat Lux cosmogónico emanado de la Palabra o Verbo creador. La Sabiduría, la Fuerza y la Belleza son, pues, tres nombres o atributos con los que el Gran Arquitecto determina el orden de la manifestación universal. Precisamente a estos atributos se refiere el versículo bíblico (Sabiduría, XI, 20) cuando dice que "Dios ha dispuesto de todas las cosas en número, peso y medida", correspondiendo el número a la Sabiduría, el peso a su Fuerza y la medida a su Belleza. Considerados desde el punto de vista microcósmico, estos tres principios también representan tres cualidades o estados del alma humana, los que vividos en el interior de la conciencia hacen posible su transmutación y contribuyen, por tanto, a la edificación del templo espiritual, aquel que "no es hecho por manos de hombre", según se lee en el Volumen de la Ley Sagrada, y del cual el templo material es la figuración simbólica. Precisamente los tres pilares se vinculan respectivamente con el Venerable Maestro, el Primer Vigilante y el Segundo Vigilante, es decir con los tres principales oficiales de la logia (llamados las "tres luces"), aquellos que se encargan de dirigir y "ordenar" los trabajos que en ella se realizan. Son estos tres oficiales los que encienden o iluminan los pilares (y también los que los apagan durante la clausura), pronunciando al mismo tiempo que esto se cumple, las invocaciones claramente alusivas a la construcción del templo interior y del templo exterior. En el Rito Escoces Antiguo y Aceptado esas invocaciones son las siguientes: ¡Que la Sabiduría del Gran Arquitecto presida
la construcción de nuestro edificio!
Así, estos tres oficiales asumen en sus respectivas
funciones las ideas o principios representados por los nombres de los tres
pilares, lo que por otro lado permite que los trabajos de logia estén
en concordancia con los planes del Gran Arquitecto. (Ver Sabiduría;
Fuerza; Belleza. También Pavimento Mosaico). F.
A.
O como dice Federico González: dicho
Pitágoras encontró en la Tetraktys
(sobre la que prestaban su juramento los pitagóricos) el modelo
numérico y geométrico que mejor expresaba esa Armonía,
pues, como dice de nuevo Nicómaco de Gerasa, ella
Platón hereda la esencia de la doctrina pitagórica
y la vierte sobre todo en el Timeo, su libro cosmogónico
por excelencia,
Pitágoras es el continuador de la
tradición órfica y sus misterios iniciáticos, que
adapta a su tiempo, recibiendo también las enseñanzas cosmogónicas
y metafísicas de los sacerdotes egipcios (es decir de Thot-Hermes)
y de los astrónomos-astrólogos caldeos durante el transcurso
de los viajes que realizó por Egipto, Siria y Babilonia. Como nos
dice Diógenes Laercio, uno de los más antiguos biógrafos
de Pitágoras:
El pensamiento de Pitágoras fue recogido por sus
discípulos y difundido por toda la cuenca mediterránea y
el Cercano Oriente, alumbrando especialmente en la Alejandría hermética
y gnóstica de los primeros siglos de nuestra era, influenciando
a los primeros Padres de la Iglesia (como los neoplatónicos Clemente
de Alejandría, Dionisio Areopagita, Orígenes, Máximo
el Confesor y San Agustin), por cuyo conducto pasa a la Edad Media,
resurgiendo con fuerza duranteel Renacimiento. De hecho, la concepción
pitagórica del Número-Idea y la estructura geométrica
y filosófica que le acompaña y que lo traduce al lenguaje
humano también influye en el esoterismo judio (la Cábala)
e islámico (el Sufismo), y desde luego no ha dejado de estar presente
en el pensamiento científico y matemático de los últimos
siglos.
Precisamente entre los antiguos masones
de habla inglesa, existió también una leyenda según
la cual un tal Peter Gower, originario de Grecia, trajo a los países
anglosajones determinados conocimientos relativos al arte de la construcción.
Algunos autores, entre ellos René Guénon, afirman que este
personaje, Peter Gower, no era sino el mismo Pitágoras, o mejor
dicho, la ciencia de los números y la geometría que a través
de las cofradías de constructores se introdujeron en las islas británicas,
al mismo tiempo que en todo el continente.
Asimismo tampoco debemos olvidarnos que “la ley del silencio”
practicada por los masones también tiene su origen en la cofradía
pitagórica, en donde los neófitos guardaban silencio durante
cinco años, técnica ésta que tiene un valor iniciático
incontestable, por cuanto que ello facilita la concentración y la
asimilación de las elevadas enseñanzas recibidas.
![]() ![]()
![]() Añadiremos que en la plancha de trazar la única casilla que aparece completamente cerrada es precisamente la que corresponde al número cinco, el cual ocupa una posición verdaderamente "central" en la Masonería, como lo demuestra la importancia otorgada a la Estrella Flamígera, que era antiguamente uno de los símbolos de la maestría antes de que pasara a formar parte del grado de compañero. Esa posición central del cinco la encontramos también en el "cuadrado mágico" de Saturno, así como en el esquema del Ming-Tang chino, con los cuales la plancha de trazar tiene claras analogías. ![]() ![]() ![]() En el Templo masónico la puerta de entrada al mismo se coloca al Occidente. Es esta la primera puerta que se debe franquear, la que conecta al iniciado con la cosmogonía. Esa puerta está custodiada por el Hermano Guarda Templo que impide el paso a las fuerzas profanas y al mismo tiempo protege y permite el acceso de los iniciados y de los aspirantes que son dignos de la iniciación. Pedir la entrada en la Orden Masónica es "llamar a la Puerta del templo", pero no será posible atravesar ese umbral si no se sabe llamar correctamente. Al neófito se le muestra cómo llamar a la puerta durante el ritual de iniciación, y en el Instructivo del Primer Grado se le enseña que fue introducido en Logia por tres grandes golpes que significan: pedid y se os dará (la Luz); buscad y encontraréis (la Verdad); llamad y se os abrirá (la Puerta del Templo). La puerta que atraviesa el postulante es baja, de difícil entrada y cada acceso a uno de los distintos grados de la iniciación supone simbólicamente el atravesar una puerta. En cada grado se ha de llamar de modo diferente y esas puertas sucesivas, cada vez más estrechas, van dando paso a estados del ser más y más sutiles. La Puerta del Templo es análoga a la Puerta de los Cielos; estas puertas no pueden abrirse si no se cuenta con las llaves adecuadas, y son justamente los símbolos y los ritos los que constituyen las claves necesarias para que ese acceso sea posible. Pero si por la primera el paso se realiza en la vía horizontal, el acceso por la segunda es más bien axial, en dirección vertical, realizándose así el paso de lo cósmico a lo supracósmico que se produce por la Puerta del Sol, representada por el centro de la cúpula o vértice de la pirámide, del que pende la plomada del Gran Arquitecto. Es importante, en relación con este símbolo, mencionar lo relativo al profundo significado de las puertas solsticiales. (Ver Solsticio). F. T. Gran Orador de la Orden francesa, Ramsay fue uno de los personajes que más ayudó a la difusión de la Masonería en Francia durante el siglo XVIII, logrando una gran fama por su Discurso, pronuciado en 1736 en la Logia de Saint Thomas Nº 1 de París, primera Logia fundada en Francia en 1725 por nobles ingleses, siendo el mismo que pronunció, con leves cambios, en 1737 ante la asamblea de la Orden francesa, todo lo cual ha llevado a Daniel Ligou a decir, en su Diccionario de la Masonería, que “es sobre todo el Discurso de Ramsay el que hace de él una de las columnas de la Masonería francesa”. El Discurso de Ramsay ponen de manifiesto el espíritu que alimentaba el pensamiento de aquellos hombres arraigados todavía en la cultura del Renacimiento, y que gestaron la Masonería actual, con su escala de grados. Ramsay, su figura y su trabajo masónico, evidencian el nexo visible que existe entre la Masonería escocesa y la francesa, siendo precisamente en Francia donde apareció el denominado Rito de Perfección de 25 grados, que pasaría en 1801 en Filadelfia, USA, a convertirse en el actual y más practicado de todos los Ritos, el Escocés Antiguo y Aceptado de 33 grados. No es casual, pues, que algunos hayan creído ver justamente en este Discurso el origen mismo de los altos grados, aunque lo más importante es ver en esta arenga del Caballero Ramsay el vínculo con una cadena de pensamiento esotérico ininterrumpido convergiendo en la simbólica de la Masonería. Se trata de un discurso donde se relata tanto el origen mítico y legendario de la Tradición Hermética y la Ciencia Sagrada como su expresión en el tiempo y las vicisitudes históricas por las que ésta ha tenido que pasar hasta resurgir con el nombre de Franc-Masonería en Gran Bretaña, que se convirtió en un momento dado en sede de la Ciencia arcana, desde donde se expandió a Francia y al resto de Europa y América. Estos son algunos fragmentos de tan sugerente discurso:
Perteneció al círculo
de Newton y, como él, también fue miembro de la Royal Society,
lo cual muestra que la tal Sociedad fue creada por un espíritu hermético-científico,
aunque con el tiempo esta institución se vio influenciada por la
tendencia mecanicista y literalista (profana) que le haría perder
la conexión intelectual con sus creadores, lo que equivale a decir
que perdió el vínculo con la cosmovisión de ese hermetismo
científico, lo cual sucede cuando se dejan de considerar los hechos
experimentales como manifestaciones o reacciones de las fuerzas sutiles
y espirituales.
2. Para comprender la naturaleza del rito hay que tener en cuenta la estrecha relación que tiene con el símbolo, pudiéndose considerar al rito como "un símbolo en acción", y al símbolo como "la fijación de un gesto ritual", sobre todo (aunque no exclusivamente), cuando se trata de símbolos geométricos y visuales, cuyo trazado o ejecución manual tiene todas las características de un rito. En verdad el rito y el símbolo son dos aspectos de una misma realidad, aunque el rito, como cualquier acción, "se cumple forzosamente en el tiempo, mientras que el símbolo como tal puede ser considerado desde un punto de vista 'intemporal' " (René Guénon: "El rito y el símbolo" en Aperçus sur l'Initiation). Según este autor habría aquí una cierta preeminencia del símbolo con respecto al rito, pero ambos, en efecto, se refieren a la misma realidad, expresada en su carácter atemporal (eterno), y en tanto que esa misma realidad se revela en el tiempo. Podría decirse que el rito desarrolla toda la "energía-fuerza" contenida en el símbolo, y la hace pasar de la potencia al acto, o en otros términos de lo "especulativo" a lo "operativo", esto es, de efectivizarla en uno mismo, viviendo ese proceso como un paso de las "tinieblas (del caos) a la luz (al orden, a lo inteligible). En efecto, cualquier símbolo no es sino la representación de una idea, o de un conjunto de ideas y principios de orden universal, que prorrumpen en el tiempo, y por ende en la existencia humana, gracias al rito, a todo acto o acción hecha de acuerdo a la realidad revelada por esas ideas y principios, es decir respecto al propio Orden, Norma o Ley universal, lo que en lenguaje masónico se denomina el "Plan del Gran Arquitecto del Universo". Cuando eso es así la existencia humana se asume como una "aventura" hacia el Conocimiento, como una "gesta", palabra que indudablemente procede de "gesto", en el sentido de "acto ritual". Verdaderamente no hay mayor rito que la búsqueda del Conocimiento, pues en ella el hombre encuentra el fundamento mismo de su existencia. Esa búsqueda es un "acto consciente", y todo lo que a partir de entonces es realizado, experimentado y vivido durante su desarrollo pasa a ser significativo, a tener un sentido que nos "orienta" en el laberinto de este mundo perecedero, y nos impulsa hacia el encuentro de nuestro verdadero ser y origen. Esa gesta es también una "gestación" (procedente igualmente de gesto), es decir un "alumbramiento" o "nuevo nacimiento". Conocer es co-nacer, nacer de nuevo. Esta idea es la que está presente en todos los ritos iniciáticos, o de pasaje, los cuales preparan al candidato para la recepción de la influencia espiritual (o intelectual), que es la que en realidad propicia el "nuevo nacimiento". 3. En la Masonería la palabra rito tiene dos aspectos. Por un lado designa un determinado sistema o estructura masónica, léase Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Rito de York, Rito Emulación, Rito Escocés Rectificado, Rito Francés, etc. Por otro, el rito es propiamente el gesto ritual, que en la Masonería recibe el nombre de "signo", como por ejemplo pueden ser los llamados "signos de reconocimiento". Podríamos entonces decir que la Masonería es ella misma un rito, de ahí que también se denomine "la Orden", palabra que como hemos visto anteriormente es la traducción del sánscrito rita. Por esto mismo, en la Logia masónica (imagen simbólica del orden cósmico) todo se cumple según el rito, y todos los gestos y signos rituales realizados en el interior de la misma han de ser considerados como lo que son: vehículos transmisores de la enseñanza simbólica y de su influencia espiritual. Esta es la razón principal de por qué se dice que el verdadero trabajo masónico consiste en la "ejecución del ritual", el cual ha de ser practicado lo más perfectamente posible, pues no se trata en absoluto de una convención más o menos arbitraria, o de un vano simulacro, sino de algo que reposa en reglas precisas y rigurosas, o como dice también R. Guénon, en "leyes netamente definidas según las cuales actúan las influencias espirituales, leyes, cuya 'técnica' ritual no es en definitiva sino su aplicación y su puesta en práctica" ("De los ritos iniciáticos", en ibid.). Esas leyes no son otras que las que se desprenden de las analogías y las correspondencias que ponen en comunicación los diferentes órdenes o planos de la realidad, desde el corporal al espiritual (intelectual), pasando por el psicológico o anímico. Si como venimos diciendo el gesto ritual es un símbolo en movimiento, una "idea-fuerza" en acción, éste necesariamente ha de repercutir en las modalidades sutiles del que lo realiza, armonizándolas y propiciando la "concentración" necesaria que posibilite "comprender", en toda la extensión de esta palabra, la Idea que el símbolo está representando. En este sentido la meditación, la concentración y el trabajo sobre los símbolos constituyen también una forma del rito, pues el fin último de éste es generar un estado apto para la comprensión de las realidades superiores. Se diría, pues, que el rito, realizado en estas condiciones, es una "meditación en acción", y esto puede hacerse tanto en el interior de la Logia, como en el mundo, considerado como el Templo universal, la Obra del "gesto" creador del Gran Arquitecto. (Ver Signos; Palabras; Toques). F. A. En la instrucción al grado de aprendiz se pregunta: "¿En qué se traduce el salario del Masón?" Y la respuesta que se da es: "En el perfeccionamiento gradual de sí mismo". Es en sintonía con esta idea que el paso de aprendiz a compañero se denomina aumento de salario. Así pues, la mayor recompensa por el trabajo producido por el obrero es el progresivo desprendimiento de toda contingencia, la superación de cualquier individualismo en pos de la universalización y la plena identificación con el Principio que la Masonería llama G.·.A.·.D.·.U.·. Tal como se relata en el mito bíblico de Noemí y Ruth "En la obra está la paga, así como la recompensa de Ruth, la moabita que trabaja y se cobija junto a Booz, es lo que ella espiga". (Ver Sal, Boaz y Jakin). M. G. Pero específicamente considerados como escenificación ritual de los símbolos visuales y geométricos, los signos, en los tres primeros grados, se realizan en "escuadra, nivel y perpendicular", y por tanto han de estar necesariamente vinculados al simbolismo de esas tres herramientas, a lo que ellas significan en tanto que representación de ideas fundamentales relacionadas con la construcción de la mansión interna. Apuntaremos que la escuadra, el nivel y la perpendicular son también las "tres joyas móviles" de la Logia, y esa movilidad está sin duda relacionada con la idea del rito como "símbolo en acción". Cada grado tiene sus signos correspondientes, entre los que podemos distinguir los "signos de al orden" y los "signos de reconocimiento". Signo de al orden. En el grado de aprendiz este signo se realiza teniendo el brazo derecho horizontal (es decir a nivel) a la altura de la garganta, mientras que el brazo izquierdo cae en perpendicular a lo largo del cuerpo. Con los pies se forma una escuadra. En el grado de compañero el brazo derecho horizontal se sitúa a la altura del corazón, en tanto que el izquierdo realiza la forma de la escuadra. Los pies también en escuadra. En el grado de maestro el brazo derecho, horizontal, está a la altura de las dos caderas, y el izquierdo cae en perpendicular. Los pies en escuadra al igual que en los grados anteriores. Señalaremos que en algunos rituales se dice que es estando en posesión del signo de al orden como los "secretos masónicos son comunicados". Sin duda esto encierra una profunda enseñanza, pues está claro que ese "estar al orden" no se refiere tan sólo a un orden externo, sino sobre todo a un estar al orden "interiormente", para que sea posible la "recepción" de la luz masónica. Signo de reconocimiento. En cada uno de los tres grados, estando "al orden", con el brazo derecho se traza el nivel y la perpendicular, describiéndose la escuadra. Esto gesto ritual vendría a decir que el masón se reconoce como tal gracias a la perpendicular, al nivel y a la escuadra. En el primer grado ese gesto comienza a la altura de la garganta (signo gutural), en el segundo a la altura del corazón (signo cordial), y en el tercero a la altura de las dos caderas (signo umbilical). Pueden verse aquí tres etapas o niveles en el proceso de realización masónica, que va del más exterior al más interior, pues la región umbilical, donde traza su signo el maestro, está simbolizando aquí la idea de centro, sin duda alguna ligada al significado de la "Cámara del Medio". Resulta también esclarecedor la misma palabra "reconocimiento", pues no se trata tan sólo de que mediante ese signo un masón sea reconocido por otro en su condición de tal. Desde luego que esto es así, pero ha de existir una lectura más profunda. Aquí, reconocimiento quiere decir "conocerse a sí mismo", o "re-conocer" lo que se es. A ello contribuye sin duda la enseñanza simbólica transmitida mientras el masón está "al orden", la cual, más allá de un momento determinado del ritual, ha de ser una actitud permanente durante el desarrollo de los trabajos en Logia. Por otro lado, el "signo de reconocimiento" también es llamado "signo penal", aquel que corresponde a la "pena" que es sobrevenida al masón si incumple el juramento solemne prestado ante las Tres Grandes Luces de la Masonería en el momento de su recepción en cualquiera de los grados. Esa punición forma parte desde luego del proceso iniciático, si no no estaría contemplada en la Masonería, y se refiere al estado de "errancia" o de "pérdida" que en ocasiones puede darse durante ese mismo proceso, debido fundamentalmente a la identificación con los "metales" del hombre viejo, del profano que se resiste a la transmutación. (Ver Rito, Palabras, Toques). F. A. Sin embargo, es importante recordar que la Masonería no es una institución de beneficencia. Que es una Orden que busca la Verdad, una Escuela de Iniciación en los Misterios. Si hace además en determinados casos obras de caridad, esto es por añadidura; y si se circula este saco o tronco es porque -al igual que todos y cada uno de los objjjjettos que se utilizan y que decoran la Logia- tiene un triple significado: uno práctico, uno psicológico y otro interno o espiritual. El sentido práctico del Tronco es que con su auxilio material se solventa una necesidad: que cuando un Masón está en dificultades, puede contar con los hermanos que le tienden la mano. Su efecto psicológico, que inculca la caridad, la solidaridad y la fraternidad entre los miembros del taller que conscientemente realizan estos ritos; y que enseña a no ostentar, pues el óbolo se da de manera espontánea y secretamente, de modo "que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha". Y su significado espiritual consiste en enseñar el desapego de los bienes materiales; que muestra cómo compartir, no sólo las monedas, sino, sobre todo, las experiencias espirituales y los conocimientos que con ausencia de egoísmo se transmiten los Masones los unos a los otros, procurando, en la medida de lo posible irradiarlos hacia la humanidad. Y a compartir un elevado Ideal, que es el que mueve a construir el templo de la armonía universal, con el Amor que nace entre aquéllos que saben que todos, en esencia, son uno. (Ver Saco de Proposiciones, Hospitalario, Viuda, OrienteEterno) F. T. Fue discípulo y amigo del masón Sir Robert Moray, quien le entregó el manuscrito del fondo de las colecciones de “papeles” que tenía su suegro, Lord Balcarres. Vaughan dice haber basado su traducción de los manifiestos de otra escrita “por mano desconocida”. Se llamó a sí mismo “filósofo de la Naturaleza” declarando ser seguidor de Enrique Cornelio Agrippa y de su obra La Filosofía Oculta, así como de Platón, y se jactaba de tener cierta hostilidad hacía Aristóteles y Descartes. Aunque no hay señales de su filiación masónica a una logia específica, cosa bastante corriente en esa época de atmósfera secretista, su relación con masones y su influencia sobre la Orden fue muy directa. Vaughan estaba totalmente impregnado del pensamiento hermético y atento a la orientación que estaba tomando el Conocimiento Tradicional, reconociendo estar ligado intelectualmente al “Colegio Invisible” de la Rosa Cruz. Esto es lo que escribió en la introducción que hizo a la traducción de los dos manifiestos rosacruces:
Fue un personaje principal que da testimonio
de una época en la cual los conocimientos humanos, la ciencia, la
filosofía, así como las órdenes de caballería,
los colegios artesanales y en definitiva el pensamiento hermético
se replegaba y condensaba en la Francmasonería. La misma F. A. Yates
nos informa del reconocimiento público obtenido por los manifiestos
la Fama y la Confessio, síntesis de ese pensamiento,
y anota una frase muy ilustrativa tomada de una obra del teólogo
John Webster en la que éste aconseja que:
Se conserva un ejemplar de esta edición
de los Manifiestos llevada a cabo por Vaughan, que está depositado
en la Biblioteca de la Universidad de Yale; se trata del ejemplar que perteneció
a Isaac Newton y que conserva anotaciones y la firma del científico,
ya que esta obra y otras de sabios hermetistas, como Michel Maier o John
Dee, constituian los principales libros de estudio de Newton, lo cual nos
permite observar las rutas de comunicación creadas por una
misma corriente de pensamiento, en este caso la tradición de Hermes.
Tal y como observa Federico González,
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