LA CAVERNA DEL CORAZÓN


Oswaldo José Sandoval Trumpff





El presente trabajo no pretende agotar todo lo relacionado con el tema del centro espiritual que alberga en el ser humano el núcleo o chispa divina del Sí Mismo, al solo poderoso y eterno Uno. Antes bien, tiene como objetivo el planteamiento inicial de un conocimiento milenario y multidisciplinario que por sí mismo duraría una o más vidas de estudio y de realización. 

Como inicio del tema comenzaré haciendo una reflexión por todos conocida y es que el corazón es el órgano principal del sistema circulatorio en el cuerpo humano. Es una cavidad que se encarga de impulsar la sangre a través de todas las células con el objeto de oxigenarlas y de mantenerlas vivas y en buen funcionamiento. Esta función le otorga una importancia vital como responsable de la continuidad de la vida del ser humano en la tierra.

En otro orden de ideas y haciendo alusión a una de las máximas de la “Tabla de Esmeralda” Hermética: “lo que está arriba es como lo que está abajo”, se podría decir que desde el punto de vista de la Tradición el Corazón, como “Consciencia pura”, está más allá del espacio y el tiempo; él es esencialmente un símbolo del Centro, ya se trate, por lo demás, del centro de un ser o, analógicamente, el de un mundo, ya se coloque uno desde el punto de vista “microcósmico” o desde el “macrocósmico”, respectivamente.

Por lo tanto, el Corazón como sede de la Consciencia universal es el núcleo mismo del Ser Uno, sin el cual nada existe ni es creado. En tal sentido, y de acuerdo con el testimonio de los sabios, es el centro de la experiencia espiritual, y por ello es totalmente diferente del órgano muscular que expande la sangre a través de todo el cuerpo, aunque de acuerdo a R. Maharshi su posición es a la derecha del corazón orgánico. Se podría decir que el corazón como símbolo del centro espiritual es el núcleo del Sí Mismo, del Ser Absoluto.

Analógicamente, también podemos hacer una referencia a la Cábala judía, en donde se habla de las 10 esferas o Sefiroth con sus 32 senderos de la Sabiduría, siendo la sefirah Tifereth, la Belleza, la que ocupa el Centro del Pilar del Medio del Árbol de la Vida, el cual tiene su expresión en el Adam Kadmon u Hombre Primordial. Tifereth está en medio del Árbol, en el corazón del Adam Kadmon, conectando entre sí al resto de sefiroth. Por otra parte, en la Cábala cristiana, Tifereth está asociada con Jesucristo, siendo Rafael (“Medicina de Dios”), el arcángel de esta esfera. En este sentido es conveniente que recordemos la frase de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Por otra parte la “caverna del corazón” es una conocida expresión tradicional. La palabra guhâ en sánscrito designa generalmente una caverna pero se aplica también a la cavidad interna del corazón y por extensión al corazón mismo. Esta caverna es el centro vital en el cual reside Atmâ incondicionado, que es en realidad idéntico al propio Brahma, el fundamento del mundo eterno principial.

Para el Gran Maestro hindú Sri Ramana Maharshi, el Corazón no es un concepto, no es un objeto para la meditación, es el asiento de la meditación, es el Sí mismo, permanece solo; se puede ver al cuerpo en el Corazón, el mundo está dentro de él, no hay nada separado de él. Es desde ese Centro que lo contiene todo que podemos contemplar el conocimiento del mundo inteligible en el que se encuentran las esencias de todos los seres, un conocimiento que deja de ser una opinión con posibilidad de error para ser un conocimiento cierto, acorde con la realidad y la naturaleza íntima de las cosas, ya que el mundo sensible es en su conjunto y en cada una de sus partes, una imagen del Mundo Inteligible, de sus propias esencias. Una vez que aceptes que desde el punto de vista verdadero y absoluto el Corazón como Consciencia pura está más allá del espacio y el tiempo, será fácil entender el resto en su perspectiva correcta.

En este mismo orden de ideas, es oportuno señalar las palabras del Maestro Sri Bhagavan. Cito: “La base de la verdadera paz y la felicidad es el corazón”. Según él,

“el Satgurú tiene que tener forzosamente su asiento allí, más allá de la mente y el mundo y  ese estado de gracia nos espera siempre ahí, aquí, ahora, eterno e infinito, en el corazón de todo ser. Vivir en plena libertad es en verdad nuestro estado natural, por eso no hay nada que alcanzar, porque en sí nosotros nunca hacemos nada, más que dejar ir nuestros deseos particulares y permitir que todo se haga de acuerdo a su voluntad, la del Ser, que se hace o se revela como felicidad y realidad en nosotros mismos”.

También es importante acotar que el Maestro René Guénon en su obra Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada considera que esa cavidad interna del corazón es la residencia del Sí mismo o Ser incondicionado, que es en realidad idéntico al Gran Arquitecto del Universo. Se refiere al Centro, en cuanto es el punto más interior y por consiguiente el más escondido a la vez, de ahí su vínculo con el “secreto iniciático”, revelado de forma simbólica en el rito de la iniciación en un “lugar” inaccesible a los profanos.

A propósito de esto, algunos Manuales de Instrucción masónicos comienzan de la siguiente manera: “¿Dónde fuisteis iniciado por primera vez”?, y se contesta: “En mi corazón”.

Continúa señalando Guénon que ese carácter secreto, en lo que concierne concretamente a los centros espirituales, implica que la verdad tradicional misma, en su integridad, no es ya accesible a todos los hombres indistintamente, ya que nos encontramos en una época de “oscurecimiento”.

Lo que se oculta en la Caverna del Corazón es el principio mismo del Ser, que aunque su pequeñez se compare con un grano de mostaza, contiene en sí mismo todas las posibilidades, así como el punto es espacialmente ínfimo, y aun nulo, aunque sea el principio por el cual todo el espacio se produce, o del mismo modo que la unidad aparece como el menor de los números, aunque los contenga principialmente a todos y produzca de por sí toda su serie indefinida.

Continúa Guénon diciendo que esa extrema pequeñez concierne a su estado oculto y, en cierto modo, “invisible”, el cual no es aún para el Ser sino una “virtualidad” pero a partir de la cual se efectuará el desarrollo espiritual de ese ser; allí, pues, está propiamente el “comienzo” (initium) de ese desarrollo, lo que se halla en relación directa con la Iniciación, entendida en el sentido etimológico del término; y precisamente desde este punto de vista la caverna puede ser considerada el lugar del “segundo nacimiento”.

Por último, solo nombraré algunas de las múltiples posibilidades de hacer contacto con este centro primordial: el silencio de mente y cuerpo, la meditación en los textos sapienciales, la respiración, y la repetición de mantras sagrados, la visualización de los símbolos geométricos –como los mandalas y los cuadros de Logia-, la oración, la purificación alquímica... No son excluyentes y en algunos casos pueden acompañarse unos a otros. De igual manera se advierte que cada uno de ellos es un proceso que requiere años de preparación y el apoyo y guía que te brinda la Tradición, a la que te has unido con “el corazón”. El “objetivo”: encontrarse con el Sí Mismo –con Uno Mismo- y entregarle las riendas de nuestras vidas.



Bibliografía:
RENÉ GUÉNON: Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
MAHENDRA TEVA: El Sabio. Conversaciones con Sri Ramana Maharshi.

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