SOBRE LA «GLORIFICACIÓN DEL TRABAJO»*. René Guénon
René Guénon En nuestra época es muy corriente exaltar el trabajo, no importa el que sea y de la forma en que se realice, como si tuviera un valor eminente por sí mismo e independientemente de cualquier consideración de otro orden; es éste el tema de innumerables declamaciones tan vacías como pomposas, y que no solamente se dan en el mundo profano, sino también, lo que es más grave, en las organizaciones iniciáticas que subsisten en Occidente (1 ) 1 . Como es fácil comprender, esta forma de considerar las cosas se relaciona directamente con la necesidad exagerada de acción que es característica de los Occidentales modernos; en efecto, el trabajo, al menos cuando así se lo considera, no es evidentemente otra cosa que una forma de la acción, y una forma a la cual, por otro lado, el prejuicio «moralista» se empeña en atribuir una importancia aún mayor que a cualquier otra cosa, porque, en definitiva es la que mejor se presta a ser ofrecida como constituyendo un «deber» para el hombre,