Símbolos y Ritos de la Masonería. ACACIA (Texto y Podcast)

 Francisco Ariza




Como el muérdago entre los druidas, la "rama de oro" en las tradiciones griega y romana, el ramo o las palmas en el Cristia­­nis­mo y el sauce en las iniciaciones taoístas, la Acacia es en la Maso­nería una planta sagrada que simboliza la re­sur­rección y la inmor­ta­lidad. Su ver­dor pe­ren­ne y la dureza de su madera ex­presan, en efecto, la idea de la vida inextingible que permanen­te­mente renace victo­riosa de la muerte. Todos estos elementos se integran perfectamente en la simbólica del grado de Maestro, cuyo rito de admisión se centra principalmente en la leyenda que describe la muerte y posterior resurrección del maestro Hiram, modelo ejemplar del ini­ciado ma­són. En dicha leyenda es una rama de acacia la que permite "des­cubrir" la tumba donde yace enterrado el cuerpo de Hiram, manifestando así la identidad que existe entre este y la propia planta. Si en la acacia se sintetizan los misterios de la muerte, en ellos también se encuentran los que permiten acceder a la inmortalidad. Habría por tanto una analogía con el simbolismo emanado del Fénix, ave mitológica que “renace de sus propias cenizas”, como el propio Maestro Hiram, que renace en cada nuevo Maestro.

Esos misterios cons­tituyen la esen­cia misma de la tradición masónica, los que fueron perdidos, o mejor oculta­dos, tras la muerte de Hiram. La acacia simbolizaría entonces el cono­cimiento de los secretos de los "verdaderos maestros masones", de ahí que se la identifique con la posesión efec­tiva de la Maestría. Como a este respecto indica Oswald Wirth:

"Conocer la acacia es poseer las nociones iniciáticas conducentes al descu­bri­miento del secreto de la Maestría".

Por otro lado, Aldo Lavagnini en su Manual del Maestro, señala lo siguiente:

"Sólo los maestros 'conocen la acacia', reconociendo la realidad de la vida en la apariencia de la muerte, y por consiguiente sólo los maestros poseen la capacidad de vivificar otra vez el cadáver y volverlo a la plena vida".

Asimismo, para René Guénon las espinas de la acacia (de la que se dice estaba hecha la corona de espinas que portaba Cristo en su Pasión) equivalen a los "rayos lu­mi­no­sos", de ahí el carácter eminentemente solar que conserva esta planta, que está pre­sente en las flores amarillas de la mimosa, conside­rada como una variedad de la acacia. Como el mismo Guénon dice a este respecto:

"Se ve, pues, que el simbo­lis­mo tiene siempre perfecta coherencia, como debe necesaria­mente tenerla, ya que no es el resultado de una convención más o menos artificial sino, por el contrario, se funda esencialmente en la naturaleza misma de las cosas".

    La palabra "acacia" procede el griego akakia, que significa "inocencia", o "ausencia de vicios", aludiendo así a las ideas de "virtud" y de "pureza", en el sentido iniciático y no simplemente moral de ambos términos. Aña­di­re­mos que en la tumba de Hiram la acacia está situada entre la Escuadra y el Compás, ocu­pando una posición eminentemente "central", como la Cámara del Medio, o el propio maestro masón, situado precisamente entre la Escuadra y el Compás, entre la Tierra y el Cielo. 


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