EL CABALLERO KADOSH Y LA “ESCALA MISTERIOSA”. A la memoria del Q:.H:. Federico González Frías, a los diez años de su paso al Oriente Eterno. Francisco Ariza

 

La Escala Misteriosa del Caballero Kadosh


Francisco Ariza


El Caballero Kadosh es un grado perteneciente al Hermetismo Cristiano incrustado dentro de los Altos Grados de la Masonería Escocesa. Es, junto al Caballero Rosa-Cruz, uno de los más importantes de esos Altos Grados, y en ambos está muy presente el simbolismo de la iniciación caballeresca, que se complementa perfectamente con la simbólica constructiva de la Masonería considerada como tal, pues la Masonería nacida en el siglo XVIII sería, dicho a grandes rasgos, el resultado de la fusión de estos grados caballerescos, propios de la corriente gnóstica cristiana, con la tradición de constructores,cuyos útiles habían sido ya empleados, por otra parte, como símbolos por los filósofos herméticos.” (René Guénon, “La Gnosis y la Franc-Masonería”, en Estudios Sobre la Franc-Masonería y el Compañerazgo, tomo II).

Centrándonos en el Caballero Kadosh, a este en un momento dado del ritual se le dice: “Id al mundo, solo, universo completo, responsable ante vuestra conciencia hecha de conocimiento y amor. No tenemos palabra de orden que daros. Mientras actuéis conforme a nuestros principios no caeréis en el engaño. No es tanto de nuestra Orden en quien os convertís en defensor, sino de lo que ella representa y sirve. Por su intermedio, seréis el soldado de lo universal y lo eterno". Y en otro lugar: “El Caballero Kadosch puede ir hacia el mundo bien armado para su gran combate y para la venganza de sus enemigos interiores (...) porque el espíritu del Caballero Kadosch se ha aliviado del peso de la materia, purificado y consagrado al culto de la Verdad”. Recordemos que la palabra hebrea Kadosh quiere decir “santo” o “consagrado”.

Entendemos que lo que la Orden masónica representa y a lo que ella sirve es a la Sabiduría, que es uno de los tres pilares que la sostienen junto a la Belleza y la Fuerza. Y eso es justamente lo que el Caballero Kadosh interioriza cuando ha llegado a ese grado de su jerarquía interna: que él y la esencia de la Orden es una sola y misma cosa. No sólo ha comprendido y encarnado los misterios de la Cosmogonía, sino que en ese viaje ha desarrollado la plenitud de las cualidades y virtudes inherentes a su ser, habiendo sido purificado de las tinieblas gracias a la luz de la Inteligencia y a la invocación del Nombre del Gran Arquitecto incesantemente reiterada en su corazón, pues como leemos en los Salmos (34: 2): “Bendeciré al Señor en todo tiempo, sin cesar en mi boca su alabanza”.

El Caballero y Filósofo Hermético, el “amante de la Sabiduría”, se ha esposado al fin con ella, y de esa unión ha nacido el “hombre nuevo”, transmutado en un “cuerpo de luz”. Habiendo llegado al centro del estado humano ha sido absorbido en la Unidad del Principio, haciéndose receptivo y pasivo con respecto a él, pero activo con respecto al mundo y los hombres (“ir hacia el mundo bien armado para su gran combate”). Es pues un Intermediario, un puente (pontifex), que comunica la Tierra con el Cielo, y el Cielo con la Tierra, conforme a la máxima hermética: “El sube de la Tierra al Cielo y de allí vuelve a la Tierra, para recibir la fuerza de lo de arriba y lo de abajo. Así poseerás la luz de todo el mundo, y las tinieblas se alejarán de ti”.

A este respecto, la expresión “El sube de la Tierra al Cielo y de allí vuelve a la Tierra” se refiere al ascenso del ser por los peldaños de la “Escala Filosófica”, o Eje del Mundo, que le permite experimentar en su conciencia la potencia de las virtudes celestes. Tras haber ascendido por esa Escala y conocido la naturaleza de las cosas superiores, ese ser comunica sus conocimientos a quienes entre sus semejantes están dispuestos al “sacrificio” (sacrum facere, hacer sagrado) de su individualidad y ponen su “tesoro allí donde está su corazón” (Mateo 6: 21), o sea en el “centro” de sí mismos, irradiando la acción vivificadora de las influencias espirituales. Esa irradiación vivificante se produce también en una organización iniciática, como es el caso de la Tradición Hermética o la Masonería, ambas todavía vivas en nuestra era crepuscular.

II

Hablando de la “Escala Filosófica”, uno de los símbolos más característicos del Caballero Kadosh, además del Águila Bicéfala blanca y negra, es precisamente la denominada “Escala de Oro Misteriosa”, compuesta de dos montantes con siete peldaños cada uno. En el caso del montante de la derecha, cada peldaño, y de abajo arriba, tiene asignado los nombres siguientes: 1º Tsedakah: Justicia; 2º Schor-Laban: Blancura, Inocencia; 3º Mathok: Dulzura; 4º Emounah: Fe, Firmeza, Verdad: “La Fuerza de la Fe está en la Verdad”; 5º Amal Sagghi: Obra Magna; 6º Sabbai: Paciencia; 7º Ghemoul Binah Thebounah: Prudencia, o “En medio de la vicisitud prudencia”. Se trata de nombres que en las organizaciones caballerescas cristianas representaban seguramente grados iniciáticos relacionados con los atributos propios del Gran Arquitecto del Universo.

En los peldaños del montante de la izquierda aparece, también de abajo arriba: 1º Gramática; 2º Retórica; 3º Lógica; 4º Aritmética; 5ª Geometría; 6ª Música; 7º Astronomía. Se tratan de las siete Artes Liberales, que son también ciencias, las cuales se corresponden, respectivamente, con cada uno de los siete planetas tradicionales: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno.

Además, el montante de la derecha se denomina en hebreo Oheb Eloah y en latín Deum amans: “Amor a Dios”. Y el montante de la izquierda Oheb Kerobo o Propinquum ei amans: “Amor al prójimo”. Los escalones de la derecha comienzan con la palabra Justicia (Tsedakah) y culmina con la palabra “Prudencia”, mientras que los de la izquierda comienzan con la Gramática y culmina con la Astronomía (o Astrología), es decir con la ciencia que estudia el Cielo. Pero es que todas las Artes Liberales son también cielos por sus correspondencias con la jerarquía planetaria.

A esto se refiere precisamente Dante cuando en su obra el Convivio (Tratado II, cap. XIII) señala: “Por cielo yo entiendo la ciencia, y por cielos las ciencias”. Esta frase es importante, ya que nos sitúa precisamente en la concepción iniciática de las Artes Liberales. En efecto, identificar cielo con ciencia sugiere en última instancia el origen supraterrestre y suprahumano de esa misma ciencia, o sea su vínculo con los principios de los que deriva el orden del Mundo. De ahí que los “cielos” sean las “ciencias” (o las artes) por medio de las cuales el ser humano puede conocerse a sí mismo.

En el orden de los cielos planetarios la Astronomía se vincula con el cielo de Saturno (donde moran los sabios y los contemplativos), y no es por casualidad que en el último escalón de ambos montantes figuren, uniendo a ambas, la Astronomía y la Prudencia, que es uno de los nombres de la Sabiduría, y así lo expresa Dante cuando, llegando al cielo de Saturno (canto XXI del Paraíso), alude a esa escala de oro que conduce al Palacio resplandeciente de la eterna Sabiduría. Allí el poeta exclama: “A los séptimos y altos esplendores / Subimos en unión del León ardiente / Cuya virtud, abajo, templa ardores”.

Ese “León ardiente” es posiblemente una referencia al “León de Judá”, un nombre de Cristo, denominado “Sol de Justicia”, y no es forzar la analogía si decimos que esa Justicia (Tsedakah) es el primer escalón del montante de la derecha con el que Dante, efectivamente, sube a “los séptimos y altos esplendores” del cielo de Saturno, el dios de la Edad de Oro, que en el imaginario de todos los pueblos tradicionales de la Tierra siempre ha representado la perfección del estado humano y su posibilidad de “subir a las estrellas”, esto es a sus estados supraindividuales, que es la perspectiva de realización espiritual que se abre para el Caballero Kadosh.

Otra cuestión que nos parece relevante y en conexión con lo que estamos diciendo, es que los dos montantes de la Escala Misteriosa, aludan a la palabra “Amor”, ya sea en relación a Dios o al prójimo (próximo), a quien es semejante a ti. En efecto, en la base del montante de la derecha se exhorta directamente a “Amar a Dios” (Oheb Eloah), y en el de la izquierda a “Amar al prójimo” (Oheb Kerobo), y si este último montante es el de las Artes Liberales esto significa que el iniciado ha de abordar el conocimiento de cada una de ellas movido por esa energía, entendido aquí el amor en su sentido metafísico, y no simplemente religioso, sentimental y devocional. Utilizando la gematria cabalística, la palabra Amor y Unidad tienen el mismo valor numérico: el 13.  Así, el Amor está fundido con la Unidad. Son lo mismo, como nos recuerda Juan en su Evangelio: “Dios es Amor”, sin excluir naturalmente sus otros atributos, pero sí que dicha energía actúa como una argamasa o cemento que “une” y “ordena” todos los elementos dispersos del ser o de la fraternidad iniciática cuando se trata de que todos los hermanos “remen en la misma dirección”, o sea que la “intención recta” de cada uno de ellos confluya en un mismo objetivo, que es trabajar a las órdenes del Gran Arquitecto del Universo. La expresión “lazos de amor” utilizada en el Compañerazgo tiene el mismo sentido. Ya dijo Platón en El Banquete que el Amor es un divino arquitecto que bajó al mundo “a fin de que todo el universo viva en conexión”, palabras que coinciden con las últimas de la Divina Comedia: que Dios es “el Amor que mueve el sol y las estrellas”; o las de Boecio en La Consolación de la Filosofía cuando exclama: "¡Oh, feliz especie humana, / si rigiera en vuestras almas /el amor que rige al cielo!"

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